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¨Camino¨

sábado, 11 de abril de 2015

Vivencias de la Comunión de los Santos, Padre Ángel Peña


Muchas veces he dado gracias a Dios por haber nacido en una familia católica, en un país católico e incluso por haber nacido en este siglo XX, después de tantos siglos de cristianismo con tantos grandes santos que hay en el cielo y que pueden ayudarme en la medida en que los invoco. Hay una gran solidaridad entre los santos y los hombres de la tierra. Escuchemos lo que nos dice Sta. Teresita del Niño Jesús: “Después de mi muerte haré caer sobre el mundo una lluvia de rosas. Entonces comenzará mi destino de hacer amar a Dios como yo le amo, de enseñar mi caminito a las almas.

Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra... Soy feliz al morir, porque siento que esa es la voluntad de Dios y que allá arriba seré más útil que aquí abajo... Cuando mi hermano (el P. Bellière) vaya al África le seguiré no sólo con el pensamiento y la plegaria; estaré siempre con él y por su fe podrá descubrir la presencia de una hermanita que Jesús le dio para ser su sostén, no durante apenas un par de años, sino hasta el último día de su vida... Pienso en todo el bien que podré hacer después de mi muerte: hacer bautizar niños, ayudar a los sacerdotes, a los misioneros, a la Iglesia entera”. Y al P. Roulland le escribía: “Con satisfacción le anuncio mi cercana entrada en la gloria. Lo que más me atrae a la patria celestial es la esperanza de amar a Dios como lo he deseado siempre y el pensamiento de que podré hacerlo amar de una multitud de almas que le alabarán eternamente”.

Como vemos los santos no tienen miedo a la muerte, sino más bien la desean, porque la ven como la puerta de entrada en la felicidad sin fin. Por eso, debemos nosotros vivir desde ahora ese maravilloso dogma de la Comunión (común unión) con Dios y nuestros hermanos mayores del cielo.

Sta. Teresita del Niño Jesús es mi santa predilecta, pero procuro vivir en unión con todos los santos y ángeles del universo; le pido a Dios que me consagre a ellos y me una a ellos con la Sangre preciosa de Jesús para que tengamos una íntima unión para siempre. Todos los días invoco especialmente al santo del día y le pido que me acompañe. También recuerdo con cariño a los ángeles de Jesús, José y María y a sus buenos antepasados, así como a los míos. Cuando paso por un cementerio siempre invoco a las almas benditas. Todos los días las recuerdo en la Misa y les ofrezco todos los méritos del día.

La Eucaristía es el momento más importante del día y al celebrarla invoco a todos mis hermanos mayores para que me acompañen. Me uno a los que adoran a Jesús en los Sagrarios o en las Misas que se celebran en el mundo entero. Asimismo, deseo unirme a todos los santos a través de sus reliquias esparcidas por el mundo. Procuro visitar frecuentemente a Jesús Eucaristía y lo siento como un amigo querido que me ama y me espera para ayudarme, perdonarme y bendecirme. Por supuesto, amo entrañablemente a María y le ofrezco todos los días el Rosario completo y otras especiales devociones. Creo firmemente en el poder de la oración y procuro orar mucho y pedir oraciones por mí.

El Ángel de mi guarda es mi gran amigo, a veces lo envío a que bendiga a personas lejanas. En ocasiones, al escribir cartas, pongo saludos para su ángel. Cuando converso con una persona, pienso en su ángel y le manifiesto buena voluntad, aunque no se lo merezca, y le sonrío. Cuando paso por la calle, pienso en los ángeles de las personas y me siento rodeado de tan buenos amigos míos. ¡Cómo se arreglarían nuestros asuntos, si antes de conversar con los interesados, invocáramos a sus ángeles!

Muchas veces al celebrar la misa, antes de comenzar, dirijo una mirada general a los asistentes y pienso en sus ángeles y los invoco para que preparen el corazón de los oyentes. Para mí la experiencia de la amistad con mi ángel ha sido siempre muy gratificante y enriquecedora. Por eso, desde niño le he tenido mucha devoción y le he rezado su oración.

Ahora quisiera preguntarte, hermano, ¿qué es para ti el dogma de la Comunión de los Santos? ¿Has pensado alguna vez en serio en esta común unión con toda la creación y con todos los seres del universo? ¿Has orado por tus hijos espirituales? ¿Intentas vivir plenamente la misión que Dios te ha encomendado? ¿Aspiras a ser santo? ¿Cómo vives la Misa en tu vida? ¿Te ofreces con Jesús al Padre por la salvación del mundo? ¿Qué importancia tiene para ti la presencia real de Jesús en la Eucaristía? ¿Cuáles son tus Santos predilectos? ¿Cuál es tu Santo patrón? ¿Tienes un nombre cristiano?

Te recomiendo que vivas intensamente la presencia de Dios, Uno y Trino, dentro de tu corazón. Como decía la Beata Isabel: “El cielo es Dios y Dios vive en tu alma”. Tienes el cielo de Dios en tu corazón, no lo olvides. Así pues, que Jesús Eucaristía sea el mejor amigo de tu vida y lo visites, lo beses en sus imágenes, le pidas perdón en la confesión, lo escuches en la Escritura y lo recibas en la Comunión. Que el Espíritu Santo sea tu Director espiritual, tu Maestro y Guía, invócalo y pídele sus dones y carismas. Dile siempre ¡SÍ! a Dios y no desprecies nada de lo que Él ha creado para tu servicio. Pídele que conceda a tu familia buenos y santos sacerdotes y religiosas. Sé siempre agradecido y nunca ofendas a Dios con los dones que te ha regalado. No olvides que perteneces a la gran familia de Dios.

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