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¨Camino¨

lunes, 18 de mayo de 2015

Dios es amor



Dios, uno y trino es amor (1 Jn 4,8). La característica más específica del ser de Dios es el amor. El Padre engendró al Hijo por amor y del amor del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo. Dios es una comunidad de amor. Y ha querido compartir su amor, dando vida a los ángeles y creando todo un universo material para la vida de los hombres. Y nosotros hemos sido creados por amor. Nuestro ser más profundo está hecho de amor de Dios. Y Dios quiere que vivamos con amor para dar sentido a nuestra existencia. Sin amor, nuestra vida no tendría sentido. Hemos sido hechos por amor y para amar. Por eso, nuestra santificación personal, o dicho con otras palabras, nuestra felicidad, consiste en amar y acercarnos cada vez más a la fuente de todo amor, que es Dios.

Decía san Agustín, que Dios es el Dios del amor y de la felicidad. Dice literalmente: Él es el Dios feliz que nos hace felices (13). Y en el libro de las Confesiones nos dice por experiencia propia: Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está insatisfecho hasta que descansa en Ti (Conf 1,1). Por lo cual, está claro que, cuanto más santos seamos y más llenos estemos de su amor, seremos también más felices, porque el amor de Dios es lo único que nos puede dar la verdadera felicidad. La Escritura nos habla constantemente del deseo de Dios de hacernos felices y de cómo nos trata con amor de Padre.

Como un Padre tiene ternura con sus hijos, así el Señor tiene ternura con sus fieles (Sal 103,13). Confía en Dios y obra el bien. Haz del Señor tus delicias y Él te dará lo que pide tu corazón. Encomiéndale todos tus afanes, confía en Él y Él actuará (Sal 36, 3-5). Él te colmará de gracia y de ternura (Sal 103, 4).

¿Qué más podemos decir del amor de Dios? Que Él nos ama tanto que cuida de nosotros hasta en los más mínimos detalles. Tiene contados hasta los cabellos de la cabeza (Lc 12,7). Y se preocupa de si comemos o si tenemos lo suficiente para vivir. No andéis buscando qué comeréis o qué beberéis y no andéis ansiosos, porque todas estas cosas las buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura (Lc 12, 29-30).

Por eso, Jesús nos invita tantas veces a confiar en Él, que es un Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera y lleno de amor (Sal 103, 8).

13
Ciudad de Dios IX, 15,2.

Tomado del libro: Experiencias de Dios, del P. Ángel Peña

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