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jueves, 28 de mayo de 2015

Experiencias místicas, segunda parte: El desposorio



Después de la noche del sentido, viene el desposorio. Dice san Juan de la Cruz: El alma se ha ido purificando, sosegando, fortaleciendo y haciéndose estable para poder recibir la unión, que es el divino desposorio entre el alma y el Hijo de Dios (29). En ese dichoso día de su desposorio, comunica Dios al alma grandes cosas de Sí, hermoseándola de grandezas y majestad de dones y virtudes y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios (30). En el desposorio, Dios hace al alma grandes mercedes y la visita amorosísimamente muchas veces con grandes favores y deleites. Pero que no tienen que ver con los del matrimonio, porque todos ellos son disposiciones para la unión del matrimonio (31).

En el desposorio, aunque algunas veces hay visitas del esposo a la esposa y le da dádivas, pero no hay unión de las personas (32). El desposorio puede realizarse, igual que el matrimonio, de distintas formas de acuerdo a las características de cada persona y a los deseos de Jesús, que no tiene esquemas fijos y supera cualquier programa prefijado. Dios es totalmente libre y omnipotente, y su modo de actuar es imprevisible. Lo que sí es cierto es que puede renovar el desposorio varias veces para hacerle desear al alma la llegada del matrimonio, que será la unión definitiva e indisoluble. El desposorio sería, hablando en términos humanos, como un compromiso matrimonial que se puede renovar frecuentemente. Santa Teresa de Jesús pone como ejemplo de desposorio la unión de dos velas que forman una sola llama, pero que después pueden separarse. En cambio, en el matrimonio espiritual es como si cayera agua del cielo en un río o en el mar y ya no pueden separarse más. A partir del desposorio, se hacen más frecuentes y más íntimas las visitas de Jesús al alma. Dios le da al alma un amor inmenso por los demás. La hace partícipe de su deseo de salvación universal, haciéndola de un modo extraordinario madre de las almas. Esta maternidad espiritual llegará a su culmen con el matrimonio espiritual. ¡Qué maravillas de intimidad se viven en esos momentos! La esposa busca ansiosamente a su Amado y Jesús la visita con sus regalos de amor. Estos regalos pueden ser, en algunos casos, éxtasis, arrobamientos, vuelos del espíritu, raptos de amor, incendios de amor… Y la esposa se enamora más y más de su esposo, soñando con el día del matrimonio definitivo, que se le ha prometido. Pero antes debe pasar por las oscuras tinieblas de la terrible noche del espíritu.

Una religiosa habla de su desposorio como de un beso de amor trinitario. Dice: El Espíritu Santo me ha hecho saborear el gozo pleno de ser besada por el esposo. Este beso no es sino la fusión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y no sólo con el alma, sino con todos los miembros del cuerpo. Es tanta la unión del amor que todo el ser humano prueba esta felicidad. Este beso del esposo cambia a la esposa en un ser más divino que humano, y el Espíritu Santo la ilumina para comprender que en ella ha sucedido una transformación como sucede con la hostia en el momento de la consagración. Este beso divino diviniza el alma y ella puede decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. Este beso de amor se renueva, de vez en cuando, y el alma se llena de inmensa alegría. Es un beso que produce vida divina, es como permanecer y vivir en sociedad y unión con las tres divinas personas. El alma, después del beso de amor, es poseída plenamente por los TRES y recibe la impronta y característica particular de cada uno de los TRES. Otra religiosa escribía sobre su experiencia en tercera persona: Por la mañana se levantó, va a rezar el oficio y se siente llena de una inmensa alegría. Siente en su corazón algo insólito, diferente, y vibra de amor sintiendo la llamada del esposo, que le dice: “Ven, esposa mía, ven”. Ella invita a sus tres ángeles custodios, que la revistan de la triple vestimenta de María: pureza, humildad y amor. Ruega a los santos predilectos que la acompañen a la comunión. Y siente cercanos a los santos y ángeles al recibir a Jesús de manos de María, como siempre lo hace. Recibida la comunión, Jesús le presenta el anillo que, después, lo recibe y se lo coloca María Santísima. Y Jesús le dice solemnemente en presencia de la Trinidad: “Tú eres mi esposa para siempre”. El Verbo hecho carne, Jesús, se une al alma fiel. ¡Cuántos abrazos de amor vendrán ahora que es esposa del Rey eterno! Pero este desposorio es el paso previo a la unión transformante del matrimonio espiritual, donde ya no serán dos sino uno solo, pues sus almas se unirán como en una sola esencia. ¡Qué maravillas obra Dios en el alma! ¡Cómo la espiritualiza y diviniza!

29 
2 Noche oscura 24,3.
30 
Cántico espiritual 14,2. 
31 
Llama de amor viva 3,25. 
32 
Llama de amor viva 24, canción III.

Tomado del libro: Experiencias de Dios, del P. Ángel Peña

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