Se sabe que los aztecas hacían continuas guerras para tener esclavos que sacrificar a sus dioses. En 1485 habían sacrificados al Dios Hvitzilopoctli más de 84.000 indios (12). El obispo de México Fray Juan de Zumárraga, un hombre prudente y honesto, afirma en una carta de 1531, dirigida al capítulo franciscano de Tolosa que los indios tenían la costumbre de sacrificar 20.000 hombres cada año (13). Igualmente el historiador Alfonso Trueba dice: En el imperio azteca se sacrificaban veinte mil hombres al año (14).
Por otra parte, los aztecas practicaban la poligamia. El emperador Moctezuma tenía en su palacio mil mujeres y algunos afirman que tres mil entre señoras, criadas y esclavas (15).
En cuanto a los incas, cuando Pizarro llego al Perú, los incas acababan de matar a 20.000 miembros de tribus rivales (16). Los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía o una epidemia (17). Por todo ello, afirma el historiador norteamericano Lewis Hanke: La conquista de América por los españoles fue uno de los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y sanguinaria (18).
En cuanto a las matanzas de los indios por los protestantes ingleses en Estados Unidos, veamos lo que dice el historiador calvinista Pierre Chaunu: La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera oeste que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró liberarse de este modo de su crimen, lanzándolo de nuevo sobre la América católica (19).
El especialista norteamericano Roy Pearce dice: En 1703 el gobierno de Massachusetts pagaba 12 libras esterlinas por cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la caza de indios organizada con caballos y jaurías de perros, no tardó en convertirse en una especie de deporte nacional, muy rentable… Se trataba de una práctica que en la América española no sólo era desconocida, sino que, de haber tratado alguien de introducirla, habría provocado no sólo la indignación de los religiosos, siempre presentes al lado de los colonizadores, sino también las severas penas establecidas por los reyes para tutelar el derecho a la vida de los indios (20).
Otro historiador francés Jean Dumont dice: Si por un imposible, España con Portugal se hubieran pasado a la Reforma, habrían aplicado los mismos principios que los puritanos en Norteamérica. Un inmenso genocidio hubiera borrado del mapamundi a la totalidad de los pueblos indios (21).
Y es bien sabido que los reyes españoles prohibieron la esclavitud de los nativos de América y permitieron la esclavitud de los negros a pesar de las constantes y claras prohibiciones de los Papas desde los tiempos de san Gregorio Magno (siglo VI).
¿Valió la pena la conquista y evangelización de la América española? ¿Hubiera sido mejor dejarlos con sus prácticas crueles y con su atraso cultural? ¿Hubiera sido mejor que hubieran sido colonizados por los protestantes ingleses? Al menos, estos pueblos recibieron la luz del Evangelio, llevada con heroísmo y sacrificio por miles de misioneros católicos, que construyeron en sus conventos escuelas, universidades y hospitales para el progreso cultural y social de todos.
Alva Ixtlilxochitl (1578-1650) Historia de la nación chichimeca, Ed. Germán Vásquez, México, 1985, p. 60.
13
Citado por Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indígena, BAE, Madrid, 1973, cap. V, 30.
14
Trueba Alfonso, Hernán Cortés, IUS, México, 1983, p. 100.
15
López de Gómara Francisco (1511-1560), Historia general de las Indias, BAE, México, 1946, p. 344.
16
Smith Robert, The other side of Christ, p. 23.
17
Messori Vittorio, Leyendas negras de la Iglesia, Ed. Planeta, Barcelona, 1996, p. 42.
18
Hanke Lewis, La lucha por la justicia en la conquista de América, 1949, p. 17.
19
Messori Vittorio, Leyendas negras de la Iglesia, Ed. Planeta, Barcelona, 1996, p. 22.
20
Ib. p. 28.
21
Dumont Jean, La Iglesia ante el reto de la historia, Ed. Encuentro, Madrid, 1987, p. 186.
Tomado del libro: El coraje de ser católico, del Padre Ángel Peña
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