Pareciera que la única fe que puede ser ofendida públicamente es la católica. Si alguien habla mal de Mahoma o del Islam, inmediatamente los musulmanes cierran filas y atacan al interesado o a su país e, incluso, lo condenan a muerte para que todo buen musulmán pueda matarlo, si está en sus manos, haciendo así algo “agradable” a su Dios: Eliminar a un infiel, ofensor del profeta o de su fe.
Con respecto al catolicismo, cualquiera puede hablar mal de Cristo o de la Virgen María, del Papa o de los católicos, y hasta es felicitado en los medios masivos de comunicación social. Ser católico no está de moda. Muchos católicos bautizados, aunque no practicantes, parece que se sienten avergonzados de su historia y de su fe. Por eso, los católicos deben estar bien informados para poder defenderse y demostrar la falsedad de tantas cosas negativas que hablan contra la Iglesia. Veamos algunas de ellas.
En el bienal de Venecia se puso en escena un espectáculo Messiah Game, donde la Última Cena se presenta como una orgía, y a Jesús crucificado se le presenta como un masoquista. En Bologna (Italia) se representó la Madonna piange esperma (La Virgen llora esperma) con un inadmisible mensaje contra la Virgen María. Unos dibujos norteamericanos South Park insultaban a la Virgen María, lo que provocó la protesta de los obispos católicos de Nueva Zelanda.
En Canadá, la Canadian Broadcasting Corporation se dio el lujo de presentar en televisión el programa The altar boy gang donde los acólitos católicos eran presentados como adictos a las drogas; y como si recibir la comunión fuera comer snacks. Así lo informaba el 10 de mayo del 2007 el periódico Ottawa Citizen.
A principios del 2007, la universidad de Minnesota en Estados Unidos, decidió representar una obra del italiano Darío Fo, titulada el Papa y la bruja, en la que se presenta a un iluso e innombrado Pontífice y donde aparece el Vaticano como si estuviera implicado en tráfico de drogas.
El 21 de julio de 2007, un artículo de The economist hablaba de que la Santa Sede debía renunciar a participar de la ONU, porque es la única religión del mundo que está allí representada. Pero esta idea de expulsar a la Santa Sede de la ONU no es nueva. En 1995, un cártel de varios países, coordinado por Catholics for a free choice, una organización norteamericana, presidida por una ex-religiosa, Frances Kissling, pero católica sólo de nombre y desautorizada por los obispos de Estados Unidos, promovió una campaña con el título See change para excluir a la Santa Sede de la ONU.
Lo que no dicen es que la Santa Sede tiene desde 1964 el status de observador permanente en la ONU; que el Vaticano es un Estado independiente y que tiene representantes diplomáticos en 176 países. La personalidad jurídica que le reconocen tantos países, no es una casualidad. Pero para algunos Estados e Instituciones, a partir de la Conferencia internacional de el Cairo de 1994 y la siguiente de Pekín sobre la mujer, la Santa Sede es la más acérrima defensora de la vida ante la presión de la misma ONU y de las mayores potencias occidentales, partidarias de políticas pro-aborto. Ahí está la razón por la que la quieren sacar de la ONU. En octubre del 2006, la BBC de Londres transmitió el programa Sex crimes and the Vatican (los crímenes sexuales y el Vaticano). En él se planteaba la complicidad del Vaticano y concretamente de Benedicto XVI como encubridor de los delitos sexuales de los sacerdotes pedófilos. Pero hubo varias falsedades claras que invalidaron el programa: Se presentó la instrucción Crimen sollicitationes de 1962 como un documento que tratara de encubrir esos pecados de los sacerdotes pedófilos. Por el contrario, ese documento, presentado como secreto, es público y trata de la excomunión de los sacerdotes que solicitan a mujeres, no niñas, durante el sacramento de la confesión. En ese mismo documento, se habla de que, cuando se refiera a niños, hay obligación de denunciar al sacerdote en el plazo de un mes; esta obligación también atañe al laico que tenga noticia de cualquier abuso, bajo pena de excomunión. El que no denuncia es excomulgado. Otra gran mentira fue decir que la letra apostólica Delictís gravioribus del 2001, firmada por el cardenal Ratzinger como prefecto de la Congregación para la doctrina de lo fe, trata de lo referido anteriormente sobre el crimen de solicitación en la confesión. En esta carta no se habla de mujeres adultas sino de niños y se establece una disciplina más severa con relación al abuso de menores, pues estos pecados no prescriben hasta que el menor haya cumplido al menos 28 años, lo cual manifiesta la voluntad la Iglesia de perseguir a los abusadores más allá de los límites normales de las leyes de prescripción.
Por otra parte, en el programa de la BBC se confunde también maliciosamente la diferencia entre secreto del proceso y secreto del delito. El delito hemos dicho hay que denunciarlo bajo pena de excomunión, cuando se trata de menores, pero el proceso debe hacerse en secreto para poder hacer efectivas las sanciones, si tuvieran que darse. Porque, en muchos casos, se denuncian casos falsos por el afán de obtener dinero fácil con denuncias injustificadas o cuando no se pueden probar por haber muerto el interesado (1). En muchos talk show americanos se ha dicho alegremente que el cinco o seis por ciento de los sacerdotes americanos eran pedófilos, lo que es totalmente exagerado. Philip Jenkins ha escrito dos obras sobre este tema: Pedophiles and priests. Anatomy of a contemporary crisis (Oxford university press, Oxford y Nueva York, 1996) y Moral panic. Changing concepts of child molester in modern America (Yale university press, New Haven-Londres, 1998). El autor manifiesta que se han exagerado las cifras. Y dice:
Los abusos cometidos por clérigos son mucho menos frecuentes de lo que dan a entender los titulares de los periódicos. Él mismo afirma que la tasa de incidencia es mucho mayor entre maestros u otros profesionales que trabajan con niños y jóvenes que entre sacerdotes. Pero, cuando se trata de sacerdotes, se sacan casos de hace más de 50 años. Hasta ahora han sido condenados por los tribunales en Estados Unidos unos 100 casos, de entre los 105.000 sacerdotes que han vivido en ese tiempo en Estados Unidos; y el 99% de estos eclesiásticos eran homosexuales. Por ello, el Papa Benedicto XVI ha prohibido que sean ordenados como sacerdotes quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay (Instrucción del 31 de agosto de 2005). Por otra parte, hay muchas películas que tratan de presentar casos concretos de escándalos de sacerdotes o instituciones católicas para dar la impresión de que la Iglesia está podrida por dentro. Podemos mencionar algunas películas como: Mala educación, El crimen del padre Amaro, Las hermanas Magdalenas… Y ¿qué decir de la película, basada en el libro de Dan Brown, El código da Vinci? En ella se presenta a Jesús, casado con María Magdalena, con la cual tiene una hija, Sara. La idea principal que subyace en la película es negar que Jesucristo es Dios y decir que la divinidad de Cristo fue un invento del emperador Constantino en el siglo IV, sugiriendo que esta mentira de que Cristo es Dios ha sido celosamente guardada por la Iglesia hasta ahora, engañando a todo el mundo. Hay otras falsedades como la de presentar al Opus Dei como una Institución criminal o afirmar que la Inquisición mató cinco millones de brujas.
El mayor especialista, de renombre mundial, en el tema de las brujas a nivel mundial, el doctor Gustav Henningsen, que ni siquiera es católico, afirma con toda claridad: Las cifras de la quema de brujas por la Inquisición, por inesperadas, resultan asombrosas. Para Portugal es cuatro, para España 59 y para Italia 362. Y así podríamos seguir hablando de tantas mentiras que tratan de denigrar a la Iglesia como las que se encuentran en el llamado Evangelio de Judas o en el documental sobre la tumba de Jesús, etc. Por todo ello, es muy importante que los católicos estén bien informados de la historia de la Iglesia para que puedan conocer las cosas en su verdadera dimensión y puedan responder con seriedad a tantas mentiras, calumnias o exageraciones mal intencionadas de tantos seudocientíficos o ignorantes de turno.
1 Introvigne Massimo, Attaco a Benedetto XVI, Ed. Fede-cultura, 2007, p. 20.
Tomado del libro: El coraje de ser católico, del Padre Ángel Peña
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