Aquel parque estaba casi solitario, y un señor vendía naranjas, aunque parecía que nadie le compraba. Siempre es necesario estar ahí, aunque pareciera en vano: uno nunca sabe quien necesitará de lo que ofreces; además vale mucho más el saber que estuviste ahí, y no el preguntarte luego, con tono de arrepentimiento, que hubiese pasado si hubieses estado un rato más. Al fin y al cabo ese era el trabajo de este señor, y al menos una persona debía favorecerse de su servicio. En esta ocasión hablamos de un pequeño niño, como de unos 10 años de edad, con aspecto algo descuidado, sucio, mal oliente y además con un rostro marcado, que mostraba la imagen en retrospectiva de una historia dura de dolor y sufrimiento, con pinceladas de tristeza profunda y angustia interminable. Sus pasos eran pausados, tanto así que parecía que sus hombros cargaban con cierto peso que le hacía encorvarse... No parecía un niño como los demás, de aquellos que ríen juegan, se divierten, en fin... se acercó tímidamente al puesto y contempló las naranjas de una manera tierna y desesperada: anunciaba mucha hambre... El señor del puesto se percató al instante de su presencia y se llenó de una inmensa alegría, que su corazón palpitaba intensamente, pues ya se sentía solo, y le invitó a acercarse más, junto a él. El niño inmediatamente sonrió y se acercó dando brincos de alegría, se sentó a su lado y empezaron a platicar. El señor vio el deseo del niño de probar una de las naranjas, y le ofreció con gusto, invitándole a escoger la que él quisiera. A pesar de su hambre, el niño se tomó un buen tiempo para escoger la que podría responder a todas sus espectativas, y al final se quedó con la que según él, era la mejor. El señor le felicitó por la manera en que actuó: por su paciencia y sobriedad, y le invitó a comer. El niño la saboreaba de una manera muy especial y se deleitaba en el sabor. Su aspecto era otro: estaba radiante y feliz. El señor entonces le dijo:
-. ¡Querido hijo mío! Sabes que eso es un regalo de Dios. El la creó pensando en ti y ya soñaba este momento desde que veía brotar la flor de esa naranja que ahora disfrutas. Dios hoy sonríe felizmente porque uno de sus hermosos designios se ha cumplido, pues siempre se ha preocupado por ti...
El niño sorprendido preguntó:
- ¿Es en serio?, ¿Realmente Dios creó esta naranja para mi?
El señor replicó:
- ¡Si, desde que estaba en flor la pensaba para ti, e incluso antes!
A partir de ese momento ambos hicieron una gran amistad, como de padre a hijo con gran amor filial, y la vida cambió mucho para ambos. Realmente hubo un momento en que una flor de naranja anunciaba la felicidad de dos vidas que marchaban solitarias...
Moraleja:
Hay momentos en los que creemos que el señor no piensa en nuestras vidas, que se olvida de nuestros deseos, e incluso que nos ha dejado en esta vida a la deriva. Muchos actuamos desesperadamente queriendo tomar el control por nosotros mismos, nos hacemos autosuficientes, y queremos para nosotros lo que se nos ocurre por momentos, tomando decisiones premeditadas que llevan a fines trágicos. Si entendiéramos que Dios se ocupa de nosotros, dejaríamos nuestra vida en sus manos y pediríamos su auxilio siempre para entender sus designios y descubrir lo que Dios tiene preparado para nosotros. Así mismo Dios ya ha preparado algo muy especialísimo para nuestra felicidad completa. Sólo hay que saber ser prudente, paciente y sobrio en las decisiones que tomamos, para poder encontrar lo que realmente dará respuesta a nuestras espectativas y alegrará nuestra existencia. Al final radiante será lo que Dios preparó y llega a feliz término. Dios te bendiga y auxilie en tus decisiones!
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