Fue una noche trágica en que los católicos mataron muchos protestantes. Veamos los hechos. El 18 de agosto de 1572 se celebraron en París las bodas entre Margarita y Enrique de Borbón, que era calvinista y sucesor al trono de Francia. Los católicos de París no vieron esta boda con buenos ojos, porque veían que el futuro rey podía ser un protestante. Con motivo de la boda asistieron varios miembros de la aristocracia calvinista que despreciaban abiertamente las supersticiones papistas de los católicos.
Entonces, Catalina de Médicis, la madre del rey Carlos IX, a quien veía muy influenciado por las ideas de su Almirante protestante Coligny, planeó la muerte de éste, enviando un sicario para matarlo. Solamente quedó herido, pero el revuelo que se hizo fue enorme. Los príncipes protestantes amenazaron tomar las armas, si el rey no hacía justicia. Entonces, Catalina acudió al duque de Guisa, jefe de los católicos, porque temía que destronaran a su hijo y los protestantes, levantados en armas, ocasionaran tantos estragos como en años pasados en que habían matado en otros lugares de Francia a cientos de sacerdotes y quemado muchas iglesias.
Muchos historiadores creen que el peligro de destronar al rey era real, pues los príncipes calvinistas estaban bien armados y tenían el apoyo de muchos otros en la misma Francia y en el extranjero. Entonces, Catalina le convenció al rey de que tomara alguna acción eficaz para controlar la situación. El rey mando cerrar las puertas de la ciudad y ordenó eliminar a los príncipes protestantes que estaban en París, incluyendo a Coligny. La disposición estaba limitada a los jefes según una lista establecida, pero la situación escapó de control y la gente se lanzó a la calle a matar a todos los hugonotes. Aquella noche de san Bartolomé, entre el 23 y 24 de agosto de 1572, mataron en París a 2.000 protestantes.
En provincias, donde también se había dado la misma orden de matar a los jefes protestantes y donde más estragos habían cometido, la gente se desbordó y afirman que serían 5.000 muertos. El rey Carlos IX y su madre Catalina enviaron un mensaje al Papa, afirmando que habían ganado una victoria contra los que habían organizado un golpe de Estado. El Papa Gregorio XIII creyó que había sido en legítima defensa y mandó que se cantara un Tedéum en agradecimiento, lo cual fue muy criticado por los historiadores protestantes.
Pero debemos aclarar que en todo el asunto no tuvo nada que ver la Iglesia ni las autoridades eclesiásticas. Todo fue una cuestión política y ningún sacerdote participó en la masacre. Sin embargo, debemos anotar que esta noche tuvo un anticipo en la noche de san Miguel o Miguelada, en la que, en 1567, durante la fiesta de san Miguel, y en 1569 en Nimes, los protestantes cerraron las puertas de la ciudad, masacraron 500 católicos y devastaron todas las iglesias, quemando en una hoguera todos los cuadros, archivos y objetos litúrgicos.
El gran historiador Ludwig von Pastor afirma que hay que tener en cuenta que en aquellas circunstancias todos los católicos estaban amenazados, desde el simple católico al Papa. Después de los turcos, la Iglesia no tenía enemigos más sanguinarios que los calvinistas, como lo habían demostrado ya en muchas ocasiones en Francia y en los Países Bajos. Cuando obtenían el poder, automáticamente despojaban a los católicos de sus bienes, incendiaban las iglesias, profanaban tumbas, arrojaban las hostias consagradas a los caballos y las pisaban con los pies, violaban monjas y mataban a los sacerdotes y religiosos; muchas veces, con torturas inimaginables, sepultándolos o quemándolos vivos.
En Béarne, cerca de Saint-Sever, los calvinistas habían arrojado a un precipicio 200 sacerdotes. Si hubiera triunfado Coligny, se hubiera acabado la fe en Francia y Países Bajos, y miles de sacerdotes hubieran sido masacrados. Y, después de apoderarse de Francia y Países Bajos, habrían atacado Italia y los Estados Pontificios. Ya Lutero, en su escrito Contra el papado fundado en Roma por el diablo había exhortado a atacar con las armas al Papa. En 1569 Orange afirmaba: Nosotros combatimos contra el demonio, o sea, contra el Anticristo romano (34).
34
Messori Vittori, Emporio Cattolico, o.c., pp. 157-163.
Tomado del libro: EL coraje de ser católico, del Padre Ángel Peña
No hay comentarios:
Publicar un comentario